La iluminación del futuro
Tras un recorrido histórico de las luminarias urbanas, de antorchas a árboles fosforescentes: las posibles soluciones a la problemática de la contaminación lumínica de hoy.
Los avances tecnológicos, el crecimiento demográfico y la concentración cosmopolita han incrementado el consumo eléctrico durante las 24 horas del día. Esta reacción produce contaminación en dos sentidos: visual y ambiental.
Por un lado, el consumo energético se ve desbordado por las fuentes de energía, que además no se produce de recursos renovables. De hecho, la Agencia Internacional de Energía establece que aproximadamente el 20% de consumo eléctrico es causado por la iluminación, que además emite altos niveles de carbono.
Por otro lado, la contaminación incurre en lo visual. Hay relevamientos que vinculan la exposición a luz artificial en espacios urbanos en momentos no naturales con distintas afecciones. En Los Ángeles, el resplandor de la ciudad es visible a kilómetros por los aviones, y en Reykjavik la contaminación lumínica está absorbiendo cualquier posibilidad de percibir a la Aurora Boreal.
Sin embargo, hay alternativas en las tecnologías actuales que son soluciones ecológicamente superiores. El año pasado fue anunciado como el Año Internacional de la Luz y las tecnologías basadas en la luz, y se lanzó una variedad de luminarias innovadoras. La fotónica es un factor fundamental en las tareas cotidianas.
Las soluciones al problema de la contaminación ambiental y visual son diversas y hasta curiosas. Se han experimentado con algas fosforescentes, árboles que emiten luz, hormigón que se convierte en luminoso en la oscuridad y programación luminaria con base en la big data.
Daan Roosegaarde, artista y diseñador de Holanda, habla de un mundo cuya iluminación sea verde. Desde la antorcha, la vela individual y efímera hasta las bombillas y la necesidad casi vital del suministro eléctrico, parece que el siguiente paso en la historia de la iluminación es la bioluminiscencia.
Su estudio evalúa un proyecto de árboles fosforescentes, empleando bacterias marinas con propiedades luminosas. Actualmente esta tecnología se preserva como experimental bajo patentes, pero Roosegaarde imagina su plan en grande: podría reemplazar a los postes de luz.
La luz en Glasgow se suministra de manera inteligente, de acuerdo a las interacciones con los elementos urbanos mediante patrones de movimiento. A partir de estas premisas se desprende otra alternativa que involucra algas que emiten luz. Estas plantas no sólo resultan visualmente agradables, sino que comienzan a ser luminosas a partir de captar movimiento en su entorno. Este proyecto es interactivo en sí mismo, teniendo como protagonista a un ser vivo que puede percibirse y protegerse como tal. No es el caso de los alambres y los cables de la actualidad.
Lo cierto es que no hay certezas del impacto del consumo eléctrico actual en el futuro, ya que los daños pueden darse en distintos niveles de gravedad. Si bien el panorama podría ser irrecuperable, también existe la posibilidad de desarrollar alternativas seguras de iluminación.
Es el caso de las bicisendas sin electricidad en Nuenen, Holanda, en el que Roosegaarde implementó piedras fosforescentes para generar luz sin un solo cable. Este camino fue inspirado en Van Gogh, el autor de La Noche Estrellada.